Vivir para morir.

Acariciaba la bruma su cara, mientras dejaba que la ceniza resbalara hasta besar el suelo. Ese maldito cigarrillo se consumía como su vida, lentamente, pero dejando constantes escaramuzas que le corroían por dentro. Dio un respingo hacia atrás, alejándose del borde de la azotea, buscando su valentía, aquella la cual le había llevado a cagarla una y otra vez, y que sin embargo ahora no quería que pusiera fin a una vida que se le antojaba adversa. La indecisión le hizo mirar al horizonte, y ver a la mañana despertar y saludarle como si de un viejo amigo se tratase, un amigo que ahora le daba fuerzas para creer en la belleza, la cual era simbolizada por esa ciudad que a sus pies se encontraba, bañada en un mar dorado, un mar de esperanzas. Las lagrimas le brotaban de los ojos, dio otro paso atrás y se alejo de ese futuro, ese incorrespondido futuro. Empezó a correr, llegó a casa y se metió en cama, al lado de la mujer que amaba. Se durmió, dejando entrever una sonrisa al verla a ella acurrucarse contra su pecho.